Una cuestión de educación

09/11/2015
Cuando decidí escribir sobre este tema tan solo pensé en el propósito de intentar entenderlo yo mismo. Lo aclaro para que aquellos que busquen en él la opinión de un experto, no se defrauden, pretendo darla como ciudadano y padre en una cuestión que me parece de suma importancia para el futuro de nuestra sociedad. 

En un artículo anterior mencionaba el caso de Finlandia como uno de los mejores ejemplos de política educativa en el mundo. Lo más destacable, independientemente de los méritos de situarse en los primeros puestos del informe PISA (estudio internacional sobre el nivel de la educación en 65 países del mundo que se elabora cada tres años) es la inteligencia colectiva de una ciudadanía y de unos gobernantes que han sabido priorizar la educación como la piedra angular donde cimentar el desarrollo de su comunidad. Como asegura el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, con toda la razón, para educar a un niño hace falta toda la tribu.

Finlandia es un caso a estudiar con detenimiento por muchas de sus particularidades aunque antes sería conveniente ubicar su modelo en el contexto de un país con pocos recursos naturales, salvo grandes masas forestales, lo que ha propiciado que hayan enfocado en sus recursos humanos el principal motor de desarrollo del país. También presenta los menores índices de corrupción del mundo, por algo será.

Frente a otros modelos contrapuestos al nórdico, como Japón y Corea que se sitúan entre los primeros de igual manera, me llama la atención y valoro que uno de los pilares de su sistema sea la igualdad. Su única reforma educativa iniciada en 1968 buscó un modelo donde no se separara a los alumnos entre los más o menos brillantes o derivarlos a carreras más matemáticas o humanistas en función de sus habilidades. No querían estudiantes divididos por su inteligencia.

El resultado es visible, con la perspectiva que nos obsequia el tiempo. Una reforma educativa que prima el crecimiento inteligente y coloca a Finlandia como uno de los modelos de educación más exitosos del mundo que nos lleva a preguntarnos, ¿cuáles son las causas de dicho éxito?

Entre las claves de su sistema se encuentran docentes muy preparados, bien pagados y muy valorados en su comunidad. La educación es pública y gratuita entre los 7 y los 16 años. No se paga por libros ni por material escolar. El currículo es común pero los centros lo pueden adaptar a la realidad de su entorno y los niños. Se respeta mucho el ritmo de aprendizaje de cada niño y no promueven pruebas estandarizadas. El tiempo es importante: los alumnos disponen de jornadas lectivas más cortas, para aprovecharlo para el juego y el descanso, y disfrutan de tres meses de vacaciones.

La preparación de las clases por los profesores se encuentra incluida en su jornada laboral, no imparten tantas clases como en España. No fomentan la competitividad entre los alumnos: hasta 5º de primaria no hay exámenes y los informes para los padres no son numéricos sino descriptivos. Se premia y valora la curiosidad, la participación, la creatividad, la experimentación, la colaboración y menos, la memorización. Y algo muy importante, que los padres se impliquen y complementen la educación de sus hijos, no con más actividades extraescolares sino con actividades culturales con sus padres, favoreciéndolo el Estado con ayudas públicas para conciliar la vida laboral y familiar.

No es una cuestión de cifras. El gasto en educación por habitante y el total es menor que en otros países de la OCDE, lo que indica que sus recursos se gestionan de forma eficiente. El reparto de fondos se hace en función de las necesidades de cada centro, lo que representa una mayor equidad.



En España, según datos del informe PISA 2012, estamos en el puesto 25 de los 34 que forman parte de la OCDE, 8 puestos por debajo de la media de la OCDE y 3 por debajo de la UE. Algo que choca, si pensamos que España, según el Banco Mundial, es la decimosegunda potencia económica mundial como asegura Diego Ferreño Blanco en su artículo “El informe Pisa”. Según este articulista disponemos de las mejores infraestructuras del mundo, nuestros bancos y empresas constructoras ocupan los primeros lugares en las clasificaciones mundiales y los deportistas españoles arrasan en numerosas especialidades. Cuestiones que nos lleva a una pregunta, ¿nos tomamos en serio la educación como país?

En España ha habido siete leyes y cuatro modificaciones en la estructura del sistema educativo que no han hecho más que provocar unas mayores desigualdades entre comunidades —algunas por encima de la media en el informe Pisa y otras por debajo, como Andalucía—y que los alumnos españoles se sitúen año tras año en la cola, a pesar que entre 2003 y 2007 aumentó el gasto por estudiante en 21.108 $ y que la calidad de las infraestructuras en España sea mayor que la media.

¿Qué puede fallar en España? A simple vista entiendo que es una cuestión de prioridad y que esta sea compartida por todos. No solo no hay consenso político sino que ha sido objeto de contienda continua, en los bajos fondos del bipartidismo, al contrario de lo que ha ocurrido en otros países. En palabras de David Trueba la educación ha sufrido en las últimas décadas un desprecio útil por parte de la autoridad.

Para que mejoremos primero debemos tener claro que la educación es nuestra mejor inversión como país. Por el lado político no parece que vaya a existir acuerdo, de momento. Por lo que es necesario un clamor ciudadano al unísono para exigir un nuevo modelo de enseñanza, un Pacto Nacional por la Excelencia Educativa que la coloque como el verdadero motor de desarrollo que debe ser. Como afirma José Antonio Marina en la educación no hay milagros, ni misterios. Lo peor es que cuando más necesario ha sido apostar por ella —en tiempos de crisis—más se le ha torpedeado en su línea de flotación.

Pero vamos a ser positivos. Parece que algo está ocurriendo y que se está tomando conciencia de la necesidad de transformar el sistema. Ahí tenemos a los jesuitas en Cataluña, con el Proyecto Horizonte 2020. Un cambio de rumbo en la forma de gestionar la enseñanza en tres colegios concertados y sólo en tres cursos, 1º de infantil, 5º de primaria y 1º de la ESO, que implantarían en 2020 en los ocho centros que disponen y sobre sus 13.000 alumnos.

El aprendizaje es por descubrimiento guiado, sin deberes, las aulas se han transformado en grandes espacios donde se trabaja de forma interdisciplinar con más de un profesor. Los niños aprenden por proyectos, los horarios flexibles, la evaluación continua y la ciencia se aprende trabajando a golpe de experimento.

¿Un capricho de los jesuitas? En absoluto, una respuesta inteligente al constatar el fracaso escolar y el desinterés de los alumnos por las clases, donde ahora colocan a los alumnos en el centro del modelo, para que sean más autónomos y colaborativos. En definitiva motivarlos para aprender y no aburrirlos hasta la extenuación.

No es un hecho aislado este cambio de clave. Es un ejemplo, en este caso de iniciativa privada, pero estoy seguro que existen muchas iniciativas en centros públicos para mejorar la calidad de la educación.
Como padre tengo la oportunidad de observar la escuela pública de mis hijos y compararla con la que fue la mía, no tiene nada que ver. La de hoy es mucho mejor que la que tocó a mí, al menos con lo que puedo observar y me cuentan otros padres de diferentes centros. Mis hijos han tenido la suerte de estrenar colegio, de tener maestras con vocación y cariño por esta bella profesión y antes las que tengo un enorme agradecimiento por educar y cuidar a lo más valioso que uno puede tener, sus hijos.

Además, tenemos igual suerte por tener una directiva comprometida en trabajar por proyectos, de apostar por otros métodos de aprendizaje que dice mucho de ellos y de su valía como profesionales que de forma valiente buscan la excelencia con los recursos escasos que tienen, que no es poco. Una directora que cada día la encuentras en la puerta del colegio recibiendo a los padres y estando disponible para todos, lo cuál no tiene precio. A esto hay que añadirle una AMPA fuerte que vela por los intereses de los niños y son un apoyo constante al centro. Unos padres conectados al segundo con el día a día, haciendo piña gracias a la tecnología que supone los grupos de whatsapp, toda una pequeña revolución. Mejor comunicados que nunca para ser esa tribu educativa tan necesaria.

Enfrente la administración, lenta y anquilosada que lleva al límite el aguante de los docentes, de los centros y de los padres que ven como no se cubren las bajas, se suprimen interinidades, se reducen los programas de apoyo, que sus alumnos de primaria no tienen institutos de referencia y los ya existentes se reforman, mal que les pese, perdiendo espacios necesarios, para recibir a esos alumnos, en clases masificadas donde se hacinan 40 por clase, mientras ven como la Fundación Tripartita (organismo público que gestiona la formación continua de trabajadores) exige a las empresas de formación un número máximo de 25 alumnos por curso y aulas donde cada uno de ellos disponga de dos m2 de desahogo. Algo típico de nuestras administraciones, exigen lo que no cumplen ellas.

Marbella ha hecho una apuesta decidida por ser una ciudad educadora, como ha quedado patente en el Plan Estratégico. En este horizonte que plantea este documento se debe encontrar la manera, no sólo para servir de soporte a ese tipo de urbe, sino todo lo posible para ser una sociedad del aprendizaje, algo que empieza por disponer de los equipamientos y las infraestructuras mínimas.

Las ciudades tienen un rol muy interesante, pese a la escasa competencia que les dan las leyes. En Marbella podemos fomentar un modelo de ciudad que apueste por el aprendizaje, por la creatividad de sus escolares y sus ciudadanos, introduciendo los ingredientes necesarios para que el crecimiento de la ciudad, sea ante todo, inteligente, sostenible e integrador, basado en el talento de sus ciudadanos. Tan solo es una cuestión de educación, y de prioridades.
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