Héroes invisibles

15/02/2016
La historia se suele representar como un compendio de grandes acontecimientos e ilustres protagonistas que le dan oficialidad a la misma. Pero, ¿qué ocurre con todos esos relatos de vidas desconocidas que, como una pátina, le aportan el fondo a la historia? Hablamos de la intrahistoria, de la vida tradicional que, como un decorado, reviste la gran obra.  

Nos permite reconocernos como pueblo, para no olvidar las raíces de dónde provenimos y rescatar del olvido a los héroes invisibles que, con su esfuerzo y dedicación personal, contribuyeron a mejorar su entorno más próximo para el disfrute de las generaciones venideras.

La historia de las ciudades se encuentra plagada de estos ignorados personajes que configuraron, desde el cariño y con la voluntad más férrea —la del corazón— muchos de sus rincones, parques, calles o barrios.

Me viene a la memoria la historia del Morlaco y su parque, en la zona este de Málaga, y del guarda de la finca que recibía el mismo nombre en el pasado, que con su tesón y el permiso de los dueños, se dedicó durante décadas a plantar pinos, cipreses y eucaliptos, regándolos a mano, hasta convertirlo hoy en un parque urbano forestal de cerca de 170.000 metros cuadrados y de titularidad pública, que alberga en su interior dos parques caninos y el Observatorio de Medio Ambiente Urbano.

Gracias a la labor de personas como este hombre, del que no he podido encontrar su nombre, hasta ahí llega la invisibilidad de estas personas, Málaga ha ganado un parque forestal en plena ciudad, donde sus habitantes pueden disfrutar de paseos y de magníficas vistas a la bahía, olvidándose, por unos instantes, que viven en una gran ciudad. Uno de los muchos beneficios que tienen los parques urbanos, acercar la naturaleza a la jungla urbana.

En Marbella tenemos muchas historias parecidas que hay que sacar a la luz para que no nos olvidemos de ellas y de sus logros y, por supuesto, darles su debido reconocimiento. Recién terminada la tercera edición de la III Carrera por Montaña Sierra Blanca no me puedo olvidar de Dolores Navarro Carrillo. Una mujer que, con la voluntad que antes comentaba, ha sido capaz de empezar a colocar a Sierra Blanca, a la que ama profundamente, en el sitio que merece.

Todavía recuerdo cuando ya hace años, concretamente cuando empezó en 1989, te la encontrabas sola en la falda sur de la sierra, desbrozando y requiriendo a salto de mata, nunca mejor dicho, a los senderistas con los que se encontraba, si conocían el nombre de sus principales accidentes orográficos: aristas, tajos, valles, arroyos o cerros.



De ese esfuerzo, primero individual y luego colectivo a través de la asociación Mujeres en las Veredas creada en el 2009, ha logrado muchos hitos de los que los marbelleros debemos estarle eternamente agradecidos: recuperar la toponimia de nuestra sierra, abrir más de 35 kilómetros de veredas y, para mí, aún más importante, que Marbella mire a sus espaldas para no olvidar uno de sus mejores tesoros, Sierra Blanca, patrimonio natural y mayúsculo de Marbella, con una historia repleta de arrieros y pastores, de recolectores de palmito o algarrobas, la de sus mineros y demás oficios que la transitaban por sus veredas para comunicarse entre los pueblos vecinos. Veredas que hoy recorren senderistas y runners, disfrutando de la belleza de sus paisajes.

Caminos transitados desde tiempos inmemoriales, verdaderas vías de comunicación y transporte de mercancías entre los pueblos vecinos que, gracias a Dolores y sus compañeros, se han ido recuperando y señalizando. Como nos dice, nuestro gran Jesús Duarte, un mundo rural y natural, que parece no haber existido nunca, disimulado por ese halo de frivolidad y banalidad que envuelve desde hace algunos años el nombre de este pueblo.

La carrera de montaña por Sierra Blanca es la guinda a la ingente labor de Mujeres en las Veredas, con más de 40 integrantes, que han contribuido de forma solidaria a que el turismo de Marbella se empiece a enriquecer con otras experiencias como son el turismo de naturaleza o el turismo activo. Gracias a ellos se han señalizado multitud de veredas, se han creado folletos y libros que ponen en valor este impresionante recurso turístico, del que Marbella, de forma errónea, ha vivido al margen.

Como le ocurre a una casa, cuando está vacía y olvidada, que se encuentra más desvencijada que la que está habitada, algo parecido le ha ocurrido a nuestra sierra, pese a algunas críticas. Hoy la sierra está mejor que nunca: más vigilada, cuidada, respetada y limpia que nunca. Los marbelleros estamos más sensibilizados y conscientes del patrimonio natural e histórico que alberga.

Mil gracias igualmente a todos los 150 voluntarios de la carrera por montaña de Sierra Blanca que, con su amabilidad y esfuerzo, han hecho posible una vez más que este evento deportivo se consolide gracias a la excelencia de su planificación, de su recorrido y avituallamientos, del perfecto balizamiento y de una organización que ha hecho sentir a los 800 participantes como privilegiados .

Valgan estas palabras para sugerir y justificar que la ciudad de Marbella debería darle un reconocimiento más que merecido a Dolores Navarro y a la asociación Mujeres en las Veredas, que desde una labor altruista y desinteresada, han colocado a Sierra Blanca en el lugar que le corresponde, para disfrute nuestro y de las generaciones venideras, y de un turismo cada vez más exigente con la sostenibilidad de los destinos y de sus espacios naturales. Una labor, que solo un reconocimiento oficial paliará, haciendo visibles a nuestros héroes.
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