La transparencia es una forma de lealtad para con la ciudadanía, una obligación de las administraciones públicas para con sus administrados y administradas, la manera de rendir cuentas ante el mandato que los vecinos y vecinas te han otorgado por un mandato limitado para que ejerzas de administrador de eso llamado “cosa pública” sin olvidar que el tiempo que se te ofrece es finito y abarca a cada una de las esferas del servicio público.
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La contradicción brutal de este fin de semana debería haber llevado a la sociedad a ocupar las calles, las plazas, los rincones y esquinas de cada barrio, municipio, ciudad y pueblo y no abandonarlas hasta que alguien pusiera sobre la mesa una solución integral, económicamente solvente, radicalmente innovadora y conscientemente transversal para acabar con la violencia machista.
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A la huelga diez, a la huelga mil
a la huelga, madre, yo voy también.
A la huelga cien, a la huelga mil,
yo por ellas, madre, y ellas por mí.
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Una ciudad de infraestructuras agostadas, de proyectos fallidos desde su inicio, de potencial esquilmado no puede resistir que una de las acciones más trascendentales para su devenir futuro se hipoteque, una vez más, a una obra realizada "al estilo compadre".
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“¿Qué es hoy la ciudad para nosotros? Creo haber escrito algo como un último poema de amor a las ciudades, cuando es cada vez más difícil vivirlas como ciudades.
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El amor es poliédrico y múltiple, tanto que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua necesita 15 acepciones para dotarle de una significación completa que abarque todos sus ángulos.
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La ciudadanía no puede vivir bajo el yugo del azar o el arbitrio de las inclemencias. Tenemos que ser puntuales en nuestro trabajo, en la recogida de nuestros hijos e hijas en la salida o entrada del colegio, asistir a una cita médica o a una cita amorosa en el momento exacto. En cualquier caso, nuestra eficacia, la eficacia de una ciudad, también se mide por la eficacia de su transporte público y en Marbella esta es una de las asignaturas pendientes.
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Más allá del Quijote y de las obras completas de Vázquez Montalbán, poseo en mi biblioteca, ecléctica y perfectamente desordenada, tres libros de cocina que son un hálito de vida y un boceto revelador del paisaje y del paisanaje, del sustrato del que emanan, necesarios para ayudarte a conocer y comprender dónde paces, porque detrás de cada plato hay una historia arraigada en la antropología local que define casi al milímetro los devenires de un pueblo tanto o más que las crónicas y biografías más sesudas.
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Era el año 1990, tenía 16 años y de manera natural, consustancial a mi compromiso con la sociedad en la que vivía y con la vida, comencé a participar en Gesto Por la Paz, de manera tímida al principio y de manera activa más tarde. En el colegio y en la universidad después, en mi barrio siempre.
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Es un movimiento profundamente político y perfectamente apartidista, intergeneracional, intersectorial, transversal y autoconsciente como pocos. Un movimiento telúrico que no tiene miedo, no tiene miedo de reivindicarse, no tiene miedo de expresarse, no tiene miedo de movilizarse, de hacer suya la calle.
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